domingo, septiembre 25, 2011

EL PARAISO SI EXISTE ................Y ESTA EN LA POLINESIA 2ª PARTE

El vuelo hacia Bora-Bora duro algo menos de una hora, a pesar de que hizo una parada en Raiatea, para que subieran y bajaran viajeros. Al despegar pudimos ver desde el aire las dos maravillosas bahías de Cook y Opunohu, que habíamos tenido ya ocasión de verlas desde el interior de la isla, desde cualquiera de las perspectivas que se contemplen resultan impresionantes.Según había leído en algún foro de viajes, para tener unas vistas inmejorables de Bora-Bora desde el avión antes de aterrizar hay que sentarse al lado izquierdo, pero nos surgió una duda, al lado izquierdo mirando desde la cabina o desde cola, pues ante la duda nos sentamos al lado izquierdo mirando desde la cola, ya que en estos aviones pequeños se entra por la cola, Error, las mejores vistas estaban a la derecha. Así que para futuros viajeros ya sabéis, como los asientos en los vuelos internos NO están numerados, si queréis disfrutar de las mejores vistas aéreas de las islas al subirse al avión debéis buscar los asientos que al subir al avión están a vuestra derecha. Pese al error pudimos también contemplar algunas vistas impresionantes desde nuestro lado del avión de otras islas por las que pasamos.
Bora-Bora es un atolón, de unos 30 kilómetros de circunferencia, con fama de ser una de las islas más bonitas de la tierra. Está rodeada de una laguna de aguas turquesas y cristalinas que permiten ver con claridad todos los pececillos que en ella habitan, y de la barrera de coral que hace que estas aguas sean realmente tranquilas y que sus playas tengan una arena blanquísima y muy fina. En el centro de la laguna, con sus dos picos más altos, el Pahia de 661 metros y el Otemanu con 727 metros, se encuentra la isla principal, la más grande de Bora Bora, 9 km de largo y 4 de ancho, en ella se hallan los pueblos más importantes y la capital Vaitape, una pequeña población pesquera de casitas bajas.
Esta isla principal se encuentra rodeada de motus, pequeñas islas unidas a la barrera de coral, donde se ubican los mejores hoteles.
El aeropuerto de Bora-Bora, bullicioso y concurrido, se encuentra en el motu Mute. Al llegar nos recibe una chica ataviada con el típico pareo y los collares de flores de bienvenida. Enseguida nos acompaña hasta la lancha que nos llevaría hasta el Hotel Meridien, situado en el motu Tupe, que será nuestro hotel en Bora-Bora, en algo menos de 30 minutos, aunque antes tendremos que esperar a algunos clientes más que estaban a punto de llegar.
El hotel cuenta con 100 habitaciones, 80 de ellas son overwater situadas sobre la laguna y con vistas al monte Otemanu.
Por fin llegamos a nuestro hotel ubicado entre playas paradisiacas de aguas transparentes y arena blanca coralina bordeada de cocoteros. La laguna en esta parte de la isla es poco profunda y muy tranquila, su color varía en función de la profundidad oscureciéndose bruscamente en la zona central de la laguna. El hotel Meridien fue el primer hotel de lujo que se construyo en esta isla, al ser el primero tuvo la oportunidad de elegir la mejor ubicación, está situado probablemente en una de las zonas más bellas de la laguna.
Al llegar al puerto del hotel nos estaban esperando para llevarnos hasta recepción con un cochecito como los del golf, las distancias son tan grandes que se hace necesario.
El servicio del hotel es inmejorable, como en toda la polinesia la gente es muy amable. En recepción nos atendió una chica, encantadora que además hablaba algo de español, y que nos ofreció un coctel de zumos de frutas, unas toallitas húmedas para refrescarnos y un collar de flores de bienvenida mientras realizábamos los trámites del check-in. Al finalizar, en el mismo cochecito en el que nos habían llevado a recepción, nos acompañaron hasta nuestra habitación, tras recorrer bastantes metros de pasarelas sobre el agua llegamos a la habitación 332, que era una de las últimos OW del lado de la izquierda. Nuestras maletas llegaron a los pocos minutos en otro cochecito.
Nuestra habitación era preciosa, algo más pequeña que la de Moorea pero perfectamente decorada con maderas nobles, ventanas tipo persiana, techos de paja y telas de tonos tierra que hacían que te sintieras en un auténtico ambiente polinesio.

Los overwater tienen el suelo de cristal donde se puede ver el mar y los peces a tus pies, con una terraza con escaleras directas al océano para hacer esnorkel o bañarte sin tener que ir a la playa. Dormir en un overwater, es totalmente recomendable. Nosotros estuvimos en un OW premium y creo que no vale la pena porque son exactamente igual que los overwater normales, la única diferencia es que son los que están más lejos del hotel por lo que tienen mejores vistas y mas privacidad pero también son los que están mas lejos de las instalaciones centrales por lo que tienes que darte un buen paseíto cada vez que quieres ir a tu habitación.Después de descubrir cada rincón de nuestra habitación salimos a la terraza, donde las vistas de la laguna, que con la puesta de sol se empezaba a cubrir de tonos dorados, y del Otemanu, que se erigía ante nosotros coronado de nubes, nos dejo sin palabras.Como detalle de cortesía y también a modo de bienvenida nos habían dejado en la habitación una botella de champagne, junto a una camiseta y un bolso de tela.
Tras deshacer las maletas, asearnos y ponernos guapos nos fuimos de nuevo hacia el edificio principal en busca del comedor ya que no habíamos comido demasiado y el hambre apretaba. En este hotel también teníamos contratada la media pensión, que incluye dos botellitas de agua en la cena. El restaurante era tipo buffet, era bastante grande con una parte cubierta y otra en el jardín alrededor de la piscina. La comida era bastante variada, cada noche estaba dedicada a una parte del mundo: italiana, oriental, etc., y la calidad no estaba mal para tratarse de un buffet. También se podía comer a la carta en un restaurante anexo reservando antes.
Después de la cena nos fuimos dando un paseo hasta nuestro OW, cruzando la playa, a pesar de que había muy poca iluminación pero era un paseo muy agradable y ayudaba para bajar la cena.
A la mañana siguiente, después de desayunar, nos pasamos por el mostrador de reserva de excursiones para ver que nos ofrecían y elegir alguna excursión. Al final nos decantamos por tres, una por el interior de la isla, otra para alimentar las mantas rayas y los tiburones y la ultima para dar una vuelta completa a la isla en moto de agua.
Al salir nos dimos cuenta que al lado estaba la sala de Internet y que este era gratuito por lo que aprovechamos para hablar con nuestros hijos un ratito por el skype.
De camino hacia nuestra habitación pasamos por el lagunario de las tortugas, ya que este hotel participa en un proyecto de protección de tortugas para facilitar su reproducción. Se encuentran en la laguna interior del hotel en la que se puede nadar y hacer snorckling rodeado de gran variedad de peces tropicales y sobre todo de las impresionantes tortugas marinas, que con mucha curiosidad se acercan a los bañistas hasta el punto de poder tocarlas.
Por lo que ese día, como las excursiones las habíamos contratado para los días siguientes, decidimos quedarnos en la playa del hotel y nadar junto a las tortugas y los peces de la laguna interior.
Todos los días, a las 10.30 de la mañana, una de las cuidadoras les da de comer y va explicando todo lo relacionado con estos animalitos: su forma de vida, su alimentación, etc., el único pero es que toda la explicación era en francés e ingles.
El resto del día lo pasamos plácidamente bañándonos y tomando el sol en la playa de la laguna interior del hotel, es una maravilla bañarte junto a las tortugas que en todo momento se muestran amigables y confiadas y aunque está prohibido tocarlas no pude resistir la tentación de rozarlas en algún momento.Al anochecer, cuando los últimos rayos de sol teñían las nubes de tonos anaranjados, cansados tras un intenso día de playa decidimos volver a la habitación para prepararnos para la cena.
Como cada noche, en el paseo de regreso a nuestra habitación, nos sorprendía ver el cielo plagado de miles de estrellas que hasta entonces ni imaginábamos que pudiesen existir.
A la mañana siguiente, al igual que todas las mañanas nos despertábamos con los primeros rayos del sol. Aunque en Bora-Bora, debido a la orientación oeste de nuestra habitación, no podíamos ver la salida del sol eso no nos desanimaba a salir a la terraza y ver como la luz del sol inundaba cada rincón de nuestro paraíso particular.
Nos esperaba un día muy completo ya que teníamos programadas dos excursiones, por la mañana dar una vuelta a la isla por el interior y a mediodía también dar la vuelta completa pero en moto acuática por la laguna. Por lo que teníamos que recargar nuestras energías con un buen desayuno, al llegar al restaurante nos sorprendió muy agradablemente cuando nos ofrecieron estos sillones tan idílicos mirando al mar, cualquier desayuno en esas circunstancias os aseguro que es inigualable.
Tras el desayuno nos dirigimos al embarcadero para coger la lancha que nos llevaría hasta la isla principal donde nos esperaba nuestra guía y nuestros compañeros de excursión. Debido a lo escarpado del terreno y de las pendientes de los caminos la única forma de adentrarse en la isla es con un 4x4, nuestra primera parada fue en un mirador cerca de la costa presidido por un impresionante peñasco desde donde divisábamos impresionantes playas de arena blanca, numerosos motus diseminados por las aguas cristalinas de la laguna y al fondo las islas vecinas de Raiatea, Tahaa y Maupiti.A nuestras espaldas se erigía, rozando el cielo y coronado de nubes, el Monte Otemanu, mostrándonos el lado opuesto al que veíamos desde nuestro hotelRetomamos nuestra excursión siguiendo la carretera que bordeaba la isla y que transcurre bordeando las playas. En un recodo de la carretera paramos para ver un secadero de coco. Algunas familias tienen al lado de su casa estos secaderos de coco, que venden para producir aceite tanto de consumo alimenticio como de uso cosmético, y con ello obtienen algo mas de dinero para ayudar a la economía familiar. Mientras nos explicaban cual es el proceso no podíamos dejar de mirar al suelo para intentar no pisar el gran numero de cangrejos que habitaban en agujeros en el suelo.Un poco más allá hicimos otra parada en un puesto callejero en el que nos ofrecieron para degustar piñas, cocos, plátanos y pomelos, yo al principio me resistí a probar estos últimos porque nunca me habían gustado los pomelos pero ante la insistencia de nuestra guía los probé y me encantaron, no se parecen en nada a los que tenemos aquí.Sobre la colina, subiendo por una pendiente increíble, llegamos a un lugar donde encontramos antiguas piezas de artillería del ejército norteamericano completamente oxidadas que, desde la segunda guerra mundial, apuntaban hacia el mar, mostrándonos nuevamente las diferentes y maravillosas tonalidades de la bahía.
Seguimos nuestra ruta por la costa occidental, que hasta llegar a Vaitape es la más habitada y animada de la isla, y en la que se concentran la mayoría de los hoteles y numerosas actividades deportivas y de ocio. La siguiente parada fue en una casa donde vendían pareos hechos a mano, que hacían ellos mismos siguiendo un método tradicional que hace que cada pareo sea único y diferente.Nos mostraron como los hacían e incluso nos dejaron colaborar en su ejecución. Además eran mucho mas baratos que los que habíamos visto hasta entonces por lo que compre algunos y fueron muy amables regalándonos unas conchas y un bolso hecho con hojas de palmera.La excursión continuo adentrándonos hacia el interior de la isla por caminos empedrados y de una pendiente bastante considerable, imposibles de recorrer en vehículos que no sean 4x4, hasta llegar a miradores desde donde veíamos unas vistas increíbles de la laguna. Poco después nuestra excursión terminaba en el mismo embarcadero al que habíamos llegado unas horas antes. Tras esperar unos minutos cogíamos la lancha que nos llevaba de vuelta a nuestro hotel.
Al llegar nos dirigimos hasta nuestra habitación para cambiarnos de ropa y prepararnos para nuestra siguiente excursión del día, esta vez en moto acuática.
En la playa del hotel nos esperaba ya Nicolás, un argentino encantador que iba a ser nuestro guía. En total éramos tres parejas y el guía, que nos fue guiando alrededor de la isla central dándole una vuelta completa y parando en algunos lugares para apreciar mejor las maravillosas vistas tanto de la isla como de los motus y explicando todo aquello que íbamos viendo: el primer hotel que se construyo en la isla que disponía de ovwewaters, pero que tristemente estaba cerrado ya que no había podido soportar la competencia de otros hoteles.
De nuevo el Monte Otemanu escondiéndose tras unas nubes.A la mitad mas o menos del recorrido llegamos a una zona en la que hacíamos pie y donde el agua parecía aun mas transparente que en ningún otro sitio y la arena mas blanca y mas fina de las que habíamos visto hasta ahora. Mientras que nos dábamos un baño Nicolás nos preparo un tentempié a base de piña, plátanos y coco que nos supo a gloria y nos ayudo a recuperar fuerzas. Mientras que disfrutábamos de el unas nubes negras se nos acercaban amenazando con descargar una buena tormenta. Tanto es así que Nicolas dijo que era mucho mejor que esperásemos allí donde estábamos a que pasara y que luego continuaríamos el viaje. Y así hicimos, después de caer una buena lluvia de la que nos protegíamos dentro del agua, reemprendimos nuestra vuelta al hotel.Después de un día tan intenso, con dos excursiones, estábamos un poco cansados y nos fuimos a descansar a nuestra habitación hasta la hora de cenar y al acabar nos fuimos prontito a la cama.
Al día siguiente nos esperaba otra excursión maravillosa, quizás la que mas, y sin duda desde luego fue la mas excitante ya que no siempre una se baña con tiburones en mar abierto. A pesar de que sabía perfectamente que estos tiburones no atacan a humanos cuando lo ves allí nadando cerca de ti en esas aguas tan profundas te sientes absolutamente indefensa y el miedo no se puede reprimir. Pero bueno, no adelantemos acontecimientos.
Como todos los días nos levantamos prontito y después de desayunar esperábamos ansiosos que empezara la excursión. A la hora indicada nos fuimos hacia el embarcadero y vimos que ya había llegado la lancha en la que íbamos a salir al mar y que nos estaba esperando y a algunos clientes mas del hotel, entre ellos otra pareja española que hasta ese momento no habíamos conocido.
En cuanto estuvimos todos nuestro guía se presento y enseguida zarpamos rumbo a la aventura. El guía era un tipo muy peculiar, a pasar de qué hablaba ingles y yo le entendía a medias nos reímos un montón con él, era nativo de la isla, iba vestido con taparrabos, con el que incluso se bañaba en el mar, y nos amenizo toda la excursión tocando el ukelele y cantando canciones.
Al primer lugar al que nos dirigimos estaba fuera de la laguna, ósea al otro lado de la barrera de coral, y eso ya imponía un poquito. Resultó excitante atravesar la barrera de coral, dejar atrás las transparentes y apacibles aguas color turquesa de la laguna y encontrarnos en el océano mucho más oscuro, emocionante e impredecible. Al llegar al sitio elegido por el guía, y en el que ya habían otros barcos, anclo la barca y tras prepararse poniéndose, según el repelente de tiburones, luego descubrimos que era protector solar, y recolocarse el taparrabos para no perderlo en el agua, comenzó a tirar al mar pescado para atraer a los tiburones que no se hicieron esperar. Los más valientes, junto con el guía se lanzaron al agua enseguida, y entre ellos mi marido.

Al poco solo quedamos en la barca otras dos chicas y yo. Una de ellas intento bañarse y desistió, la otra tenía muy claro desde antes de llegar que no se iba a meter al agua y Yo no acababa de decidirme, tenía ganas de bañarme con los tiburones pero el miedo no me dejaba. Al final me arme de valor, pensé que si no lo hacía no tendría otra oportunidad y que luego me iba a arrepentir si no me lanzaba.
Al principio me quede pegadita a la escalera de la lancha por si había que subir deprisa, pero en cuanto mi marido me vio en el agua empezó a tirar de mi para llevarme mas cerca de donde estaban los tiburones. Es impresionante verlos tan de cerca, aunque ellos siempre se muestran distantes y te ignoran por completo. Fue muy emocionante. Pero a pesar de la emoción fui de las primaras en volver a la lancha.
Cuando hubieron subido todos nos dirigimos hacia nuestra siguiente parada. En esta ocasión íbamos a ver mantas raya y el lugar elegido era ya dentro de la laguna, arropados por la barrera de coral, por lo que había menos profundidad, de hecho hacíamos pie. Esta vez la primera que se lanzo al agua fui yo. Era la segunda vez que estaba con ellas y además tocábamos pie, así que todo controlado.Acudieron pronto, en cuanto vieron que nos lanzamos al agua, en busca de algo de comida. Mientras el guía las alimentaba nosotros aprovechábamos para tocarlas y nadar entre ellas. Son muy suaves al tacto y algo resbalosas, pero no son nada peligrosas. Después de pasar un rato muy agradable con ellas, poco a poco fuimos subiendo a la lancha. Cuando ya solo quedaban algunos en el agua , entre ellos mi marido, empezaron a acercarse a ellos algunos tiburones que no habíamos visto llegar. Tras la sorpresa todo se desarrollo con normalidad y disfrutaron mucho de su presencia.La siguiente etapa de la jornada tuvo lugar en lo que llaman “Jardín de coral” en la que había miles de peces, tantos que al meterte al agua acababas mareada de verlos pasar constantemente por delante de tus gafas de bucear. El guía nos dio trozos grandes de pan para que les diéramos de comer y era tal el ansia de los peces que acababan dándonos pequeños mordisquitos en los dedos en su afán de conseguir su comida, la verdad es que me lo pase genial. En un momento dado el guía llamo nuestra atención para que acudiéramos donde el estaba. Había encontrado donde se escondía una morena y le iba a dar algo de comer para que saliera de su escondrijo y así todos pudiéramos verla, fue muy arriesgado para él porque incluso llego a acariciar su lomo.Uno vez de vuelta a la lancha nos movimos hacia otras lanchas que estaban en la zona y que los guias debían de ser de la misma agencia que el nuestro y nos dieron coco, pomelo y pan de plátano, y mientras comíamos empezaron a cantar ya tocar el ukelele miestras nos hacían una demostración de diferentes formas de cómo ponerse el pareo.....fue genial. La última parada de la excursión fue en un lugar en el que había muy poca profundidad y la arena era tan fina que el guía nos recomendó que nos frotáramos con ella la piel y tendríamos un peeling natural inigualable.
Cuando acabo la excursión de vuelta a nuestro hotel cogimos una típica canoa polinesia, de las que ofrecían en el hotel gratuitamente, y dimos una vuelta por la laguna sin alejarnos demasiado del hotel.
Esa tarde iba a ser la última que pasábamos en Bora Bora y no queríamos irnos sin volver a disfrutar un ratito de su maravillosa playa, mientras disfrutábamos de los últimos rayos del sol pudimos ser testigos en primera línea de una boda de unos canadienses a los que acompañaban sus 5 hijos, dos del y tres de ella, la verdad es que fue una boda preciosa y muy emotiva hasta para los que nos lo conocíamos de nada.
La cena fue un poco mas triste que otros días, con un sabor a despedida del que hasta se contagio el cielo que nos dijo adiós con una copiosa lluvia y que no nos dejo salir del restaurante una vez acabados de cenar.
A la mañana siguiente recoger todas nuestras cosas, hacer las maletas, el último desayuno y espera a que vinieran a buscarnos para volar hacia Tahiti.

domingo, septiembre 11, 2011

El Paraiso si existe......... y esta en la Polinesia Francesa

Cuando te planteas este viaje es inevitable que te surja la duda de si realmente merece la pena hacer un viaje tan largo, unos 18.000 KM, para ir a unas islas y estar en la playa. Cuando regresas tienes la certeza de que si merece la pena, absolutamente.
Este viaje fue el regalo que me hizo mi marido por mi 50 cumpleaños por lo que él lo organizo todo, solo sé que lo hizo todo a través de El Corte Ingles. En alguna ocasión habíamos hablado de viajar hasta allí pero de eso hacía ya mucho tiempo y no lo habíamos vuelto a comentar por lo que para mí fue una autentica sorpresa el destino elegido.
La Polinesia Francesa, cuya capital es Tahití, está formada por 118 islas y atolones repartidos en 5 archipiélagos. El primer occidental que pasó por allí fue Magallanes en el siglo XVI, aunque enseguida llegaron británicos, holandeses y franceses, que finalmente fueron los que conquistaron las islas. A finales del XIX los franceses consiguieron quedarse con la soberanía completa y lo convirtieron en territorio de ultramar, de forma que el francés se impuso como lengua cooficial con la polinesia, y la población fue convertida al cristianismo, mayoritariamente protestante. Actualmente dependen del gobierno galo aunque gozan de un presidente local y representación diplomática.
Nuestro viaje empezó el 29 de julio de 2011 desde Barajas salimos para Los Angeles en un vuelo de iberia de 12 horas de duración, al llegar a L.A. y tras pasar los pertinentes controles de inmigración nos quedo tiempo de sobra para pasear por el aeropuerto, ver algunas tiendas, comer algo y esperar a que saliera nuestro avión de Air Tahití Nui con destino a Tahití. Después del primer vuelo y de las horas de espera estábamos bastante cansados. Esta fue la primera vez que me siento en un avión y me quedo dormida sin enterarme del despegue pero es que estaba tan cansada que me dormí de inmediato.

Llegamos a Tahití 8 horas después. Llegar a Tahití produce una intensa sensación de lejanía, de estar en medio de la nada, de estar perdido en medio de un océano afortunadamente bastante pacífico. Al entrar al aeropuerto antes de pasar inmigración nos dieron la bienvenida un grupo de nativos con música típica de estas tierras.
Aquí también tuvimos que esperar un buen rato hasta que saliera nuestro avión rumbo a Moorea. Pero por fin tras unos escasos 15 minutos de vuelo llegábamos al PARAISO.

Creo que es un viaje demasiado largo, con demasiadas horas de vuelo y de espera en los aeropuertos para hacer en un solo día, pero cuando llegas allí la placidez de Moorea que envuelve al viajero nada más llegar a la isla produce tal sensación de serenidad que el cansancio desaparece de inmediato.
En el aeropuerto nos dirigimos al mostrador de nuestra agencia para presentarnos y recoger algo de información, y allí mismo compramos nuestra primera excursión, un recorrido por el interior de la isla en 4X4. En ese mismo momento conocimos también a una pareja de españoles en luna de miel con la que coincidimos en varias ocasiones.
Una vez recogidas las maletas nos subimos a un autobús que nos llevo en apenas unos minutos a nuestro hotel, el Sofitel Moorea. En recepción nos dan la bienvenida con un delicioso zumo de futas, unas toallitas refrescantes y un collar de flores que olía increíblemente bien. Rodear el cuello del recién llegado con guirnaldas de flores es la forma tradicional que tienen los polinesios de dar la bienvenida. También al despedirse lo hacen, pero con collares de conchas. Tengo que señalar que durante toda nuestra estancia en este hotel el trato del personal fue de primera, eran todos muy atentos y encantadores, siempre te respondían con una amable sonrisa. Mientras que toman nuestros datos nos hablan de las excursiones que podíamos hacer y nos decidimos por hacer un tour alrededor de la isla en moto acuática para bañarnos con los tiburones y las rayas.
Lástima que hasta las 2 del mediodía no tenían disponible nuestra habitación. Pero como llevamos los trajes de baño en el equipaje de mano nos cambiamos en uno de los cuartos de baño que hay justo al lado de recepción y nos vamos a la playa del hotel hasta que esté lista nuestra habitación.
Las primeras imágenes del hotel y de su playa ya nos dejan maravillados

Al llegar a la playa, en una cabaña que hay recogimos nuestro equipo de snorkel (que devolveríamos el ultimo día) y nos disponemos a disfrutar por primera vez de esta maravillosa playa de aguas turquesas y arena blanquísima sin duda la mejor que he visto nunca, el agua es tan transparente que desde fuera puedes ver perfectamente los peces, el coral, la arena, todo. Sin duda es un sitio estupendo para bucear y ver miles de peces.

Lo único malo que tiene esta playa, Playa de Temae, es que el sol se pone por detrás de las montañas que están detrás del hotel, y esto hace que a las 4 de la tarde desaparezca el sol. A pesar de que el hotel estaba lleno en la playa hay muchas tumbonas libres y espacio donde ponernos a tomar el sol y tomar nuestro primer bañito a la espera de que nos den las llaves de nuestro Overwater. El hotel dispone de muchos tipos de habitaciones. Todos ellos son bungalows individuales de aspecto rústico, los hay con vista al jardín, a la playa o sobre el agua llamados overwaters, el nuestro era uno de estos.

Enseguida también nos dimos cuenta porque a Moorea se le llama la isla verde, tanto nuestro hotel, como toda la isla está cubierta de una vegetación muy tupida que llegaba hasta la misma playa.

A las dos nos fuimos a recepción, de nuevo, y por fin nos entregan las llaves de nuestra habitación, la 119, uno de los últimos OW, desde el que las vistas de Tahití, de la barrera de coral y de la laguna eran impresionantes. Claro que la habitación no desmerecía para nada el entorno, nos pareció preciosa y muy cómoda, realmente te dan ganas de no salir de ella. Por ser el primer día teníamos fruta fresca y por la noche nos pusieron macarons.



Tras colocar todas nuestras cosas y descansar un poquillo nos fuimos a dar un paseo para conocer la zona de restaurantes, piscina y spa del hotel que aun no habíamos visto. Seguimos andando por la playa saliendo hacia la zona no reservada del hotel y llegando hasta el final, fue un paseíto muy agradable.
Con la puesta del sol nos fuimos hacia nuestra habitación para arreglarnos para la cena. Nosotros teníamos contratada la media pensión (me da la impresión que como casi todos los huéspedes del hotel) que incluía el desayuno y la cena, sin bebidas, en el restaurante Pure que era tipo bufet, no tenia excesiva variedad pero estaba bien, cada noche ofrecían un tipo de comida diferente, italiana, oriental, etc., sin duda lo mejor era la situación del restaurante en una terraza con luz tenue y viendo al fondo la isla de Tahití, sencillamente espectacular.
Al llegar al restaurante cada noche la camarera que te lleva hasta tu mesa te ofrece una flor de Tiare. Allí tanto los hombres como las mujeres polinesios se adornan poniéndose esta flor en la oreja y según en qué oreja te pongas la flor, derecha o izquierda, significa si estas comprometido o no. Creo que en la izquierda es que estabas comprometido.
Cada noche a las 7´30 en el restaurante ofrecían un espectáculo Polinesio que siempre era diferente y que estaba muy bien por lo que reservábamos mesa siempre a esa hora para cenar mientras veíamos el espectáculo.
El hotel contaba además con un bar, The Vue, y otro restaurante llamado “K”, en el que tenias que pagar un suplemento de 35€ por persona y cena si tenias contratada la media pensión, este restaurante era mucho mas romántico y reservamos para cenar una noche allí.
Después de la cena y el espectáculo nos fuimos a la cama porque aun arrastrábamos los efectos del jet-lag.
A la mañana siguiente nos despertamos antes de que amaneciera, no es fácil acostumbrarse al cambio de hora, pero gracias a eso hemos disfrutado de unos amaneceres de película desde la plataforma de nuestro OW.

Tomar un café (hecho con la Nespresso que teníamos en la habitación) mientras tumbados en nuestras hamacas veíamos esos espectaculares amaneceres, mirar cada amanecer hacia el horizonte sin que nada ni nadie se interponga es una de las sensaciones mas maravillosas de este viaje.

La laguna, que se nos presentaba solitaria, quieta y azul, la playa con sus palmeras, con sus peces de colores, que aunque libres permanecían día tras día bajo el suelo de nuestra cabaña, el horizonte cortado por el arrecife ribeteado de espuma blanca, el sol que lentamente salía de su letargo nocturno, todo lo que abarcaba nuestra mirada formaba parte de nuestro personal paraíso.
Tras el maravilloso espectáculo que la naturaleza nos había brindado nos vestimos y nos fuimos a desayunar al bufet. Una vez acomodados en nuestra mesa siempre nos traían además del café con leche panes y cruasanes, estos últimos de hojaldre extraordinario. En el bufet tienen más o menos de todo, fruta, cereales, algo de bollería, quesos, fiambres y huevos que te hacían en el momento fritos o en tortilla. Pero lo mejor del desayuno son las vistas de la playa con Tahití al fondo, el desayunar escuchando las olas de la laguna, con una temperatura agradable y observando a un lado el Pacífico con Tahití al fondo y a otro lado la frondosa vegetación de Moorea.

Después de desayunar y de recoger en nuestra habitación todo lo que necesitábamos para nuestra primera excursión: agua, gorras, gafas de sol y repelente de mosquitos, nos dirigimos a recepción a esperar a que llegara nuestro guía, que resulto ser un chico español, Jose, que hizo que la excursión fuese muy agradable. Con nosotros venían también tres parejas italianas en viaje de novios.
El interior de la isla, con pendientes muy pronunciadas, esta todo cubierto con un tupido manto verde formado por todo tipo de enredaderas que incluso cubren los arboles, te sientes realmente en el paraíso. La carretera que de adentra hacia el interior de la isla es bastante escarpada por lo que solo se puede acceder a ella con 4x4.
En primer lugar nos dirigimos hacia la montaña mágica, 1000 m. de altura, a través de un camino bastante empinado que no habríamos podido subir si no hubiéramos ido en un 4X4, incluso los últimos metros los tuvimos que hacer andando porque prácticamente no había ni camino, pero las vistas desde el mirador merecían la pena el esfuerzo.

Desde allí se apreciaba perfectamente como la exuberante vegetación que se extiende por todo Moorea llega hasta sus playas de arena blanca y agua aturquesada. Contemplar las diferentes tonalidades del agua, la diferente gama de azules que varían según va avanzando el día es un espectáculo casi hipnótico. También pudimos apreciar como la barrera de coral se abre hacia el océano permitiendo que los barcos puedan acceder a la isla.
Después de quedarnos impresionados por las maravillosas vistas y hacer un montón de fotos mientras nuestro guía nos iba contando miles de historias de la isla, seguimos nuestro recorrido, primero paramos en una playa de una de las dos bahías, en la que vimos un montón de cangrejos de tierra


Y a continuación nos adentramos por algunos caminos, escasamente pavimentados que atraviesan bosques de bambús, plantaciones de piñas y otros cultivos hortícolas, y que nos llevan hasta el interior, llegando incluso a atravesar un riachuelo, gracias que llevábamos un 4X4, sino no habríamos podido acceder hasta esa zona.
De allí nos dirigimos al Beldevere, hasta un mirador desde el que las vistas que pudimos contemplar son magnificas con, en un primer plano las dos bahías, la de Cook y la de Opunohu, separadas por el majestuoso Rotui, de 900 metros de altura, y todo el conjunto montañoso de Moorea y mas allá la isla de Tahiti. Sin duda alguna es uno de los mas bellos paisajes del Pacifico.

Tanto aquí, como en otros lugares de la isla, nos llamo la atención la cantidad de perros sueltos, y aun mas sorprenderte la cantidad de gallos, que andan sueltos por cualquier sitio.

Nuestra ruta siguió adentrándonos aun más hacia el interior en busca de algunos de los restos arqueológicos que se reparten por Moorea. El marae es el lugar donde los antiguos habitantes celebraban los ritos sagrados, de ellos tan solo se conservan el suelo empedrado y los muretes bajos que lo bordeaban, formados por pequeñas piedras negras y redondeadas. En estos recintos fueron descubiertos huesos humanos probablemente procedentes de los sacrificios realizados al dios polinesio Oro, venerado en estas islas.

Casi sin darnos cuenta la excursión iba llegando a su fin, pero antes de terminar nuestro guía Jose aun nos llevo a una destilería y fabrica de zumos de frutas de Moorea donde pudimos saborear algunos licores a base de frutas exóticas, jugos y diversos alcoholes. Estaban muy ricos, de hecho compramos del que más nos gusto para bebérnoslo tranquilamente en nuestra habitación. Tambien paramos en la zona comercial que habia antes de llegar al hotel, una calle con apenas cuatro tiendas, donde aprovechamos a comprar algunas cosillas en un supermercado que encontramos.
Cuando llegamos al hotel decidimos irnos a nuestra habitación a comer algo de lo que habíamos comprado, y darnos un bañito recorriendo nuestro personal y solitario dominio situado debajo de nuestra cabaña. Es realmente un placer sumergirse en las limpias, cálidas y siempre tranquilas aguas de la laguna y nadar persiguiendo a los peces de diferentes colores y tamaños hasta sus escondites entre los corales o dando de comer a pequeñas bandadas de peces plateados que vivían justo debajo de nuestra cabaña y que aparecían en cuanto sacábamos algo de pan.
El baño y la excursión de la mañana nos dejo bastante cansados por lo que nos quedamos dormidos y al despertar nos dimos cuenta que ya era casi de noche, por lo que nos dimos una ducha y nos arreglamos rápidamente para irnos a cenar y poder ver el espectáculo de esa noche.
Después de cenar nos fuimos a dormir para estar descansados al día siguiente y poder seguir disfrutando de todo lo que nos rodeaba.
Al día siguiente, tras disfrutar de otro maravilloso amanecer desde la plataforma de nuestra cabaña y de desayunar en el buffet del hotel, nos preparamos para nuestra siguiente excursión. Como en todas las excursiones que hicimos nuestro guía paso por la recepción del hotel a buscarnos y nos llevo en un jeep hasta un hotel cercano al nuestro para coger allí las motos acuáticas en las que íbamos a dar la vuelta a la isla y a bañarnos con los tiburones y las mantas.

Era la primera vez que montábamos en moto acuática tanto mi marido como yo, por lo que yo preferí ir de paquete todo el tiempo y que el condujera, la verdad es que no se me da muy bien los motores, así que era mucho mas seguro así.

A los dos nos encanto la experiencia de ir en moto, la sensación de velocidad en el mar es estupenda, y la posibilidad de ver la isla desde el agua da una perspectiva diferente a la que habíamos tenido el día antes en la excursión que hicimos por el interior, sin duda alguna fue una acertada decisión y fue maravilloso.
A lo largo de la excursión fuimos parando en diferentes lugares para poder contemplar las impresionantes bahías, la tranquilidad de sus aguas, el verdor que las rodea y los impresionantes picos que coronan la isla.
Pronto llegamos al lugar elegido por nuestro guía para nuestro baño con las mantas, fondeamos en un lugar poco profundo, donde hacíamos pie, el agua de un color turquesa intenso y tan transparente que podía verse perfectamente el fondo. El guía empezó a echar al agua algo de pescado que levaba en una bolsa y enseguida varias mantas rayas se nos acercaron.

Las mantas son totalmente inofensivas y están tan acostumbradas a los humanos que se dejan acariciar y de hecho cuando se les da de comer prácticamente se te suben por el cuerpo como si quisieran envolverte, al principio da un poco de impresión, pero luego te das cuenta de que no hacen nada y resulta muy agradable.

Entretenidos como estábamos con estos simpáticos animalitos no nos dimos cuenta de que se estaban acercando a nosotros una numerosa manada de tiburones de aleta negra, al principio ante la sorpresa de su presencia nos sobresaltamos un poco pero pronto nos dimos cuenta que no les atraíamos demasiado y que ellos mismos se encargaban de guardar las distancias. El guía también nos tranquilizo asegurándonos que eran totalmente inofensivos, la verdad es que fue muy excitante tener esos animales tan cerca aunque supiéramos que no eran peligrosos

Lástima que la excursión llego a su fin y tuvimos que marcharnos de allí, aunque aun nos quedaba parte del recorrido alrededor de la isla, que si es bonita verla desde dentro desde el mar es impresionante.
Dejamos las motos en el mismo lugar que las habíamos cogido y nos llevaron de nuevo hasta nuestro hotel. Decidimos descansar algo en la habitación después de las emociones vividas con los tiburones y las rayas y comimos algo de lo que habíamos comprado el día antes en el súper. A la hora de comer no solíamos comer demasiado ya que desayunábamos siempre más de lo que estamos acostumbrados y por eso no teníamos demasiada hambre y además allí se cena bastante pronto.
Decidimos quedarnos en la habitación y pasar el resto del día tomando el sol y bañándonos en nuestro OW.
Al ponerse el sol nos arreglamos y nos fuimos a cenar al otro restaurante que tiene el Hotel y en el que aun no habíamos estado. El restaurante K, no es tipo buffet y hay que pagar un recargo si tienes contratada la media pensión.

Está situado sobre la misma arena de la playa, es un espacio abierto por los lados y con un techo de madera tipo cabaña
La comida es algo más elaborada que en el buffet y el servicio es bastante atento y agradable, aunque un poco lento, pero el ambiente es tan agradable que no importa demasiado la espera entre plato y plato. Mientras cenábamos unas bailarinas amenizaron la velada con sus típicos y sensuales bailes. Por lo menos una noche merece la pena ir a este restaurante, resulta una cena muy romántica.
Después de cenar dimos un paseíto por los jardines del hotel hasta llegar a nuestra habitación.
Al día siguiente, la misma maravillosa rutina de todos los amaneceres, despertarnos justo antes de que saliera el sol y con nuestro café en la mano acomodarnos en las hamacas de la plataforma del OW para contemplar el amanecer.
Ese día decidimos quedarnos a pasar el día en el hotel y disfrutar de las actividades gratuitas que te ofrecen. Después de desayunar nos decidimos por dar un paseo en canoa por la laguna alrededor de nuestro hotel. El agua estaba tan transparente que la canoa parecía que flotara sobre la nada
Con ella nos acercamos hasta la barrera de coral todo lo posible pero no nos atrevimos a pisarla.
Seguimos navegando y nos bañamos en medio de la laguna buceando entre los corales y miles de peces que nos seguían buscando algo de comida.
Por la tarde nos fuimos a la playa a tomar el sol, aunque se está fenomenal en el OW, a veces también apetece estar rodeado de gente, aunque en la playa había siempre tan poca gente que en ningún momento se sentía agobio. Al llegar vimos que había preparado algún festejo delante del restaurante donde habíamos cenado la noche anterior, enseguida nos dimos cuenta que se iba a celebrar una boda, por lo que nos situamos en un sitio cercano a donde se iba a celebrar la boda para no perdernos ni un detalle.

La verdad es que al verlos te dan ganas de casarte otra vez.

Al acabar nos fuimos a la habitación a prepararnos para la cena, iba a ser nuestra última cena en Moorea y estábamos un poquillo tristes. Esa noche cenamos, como las dos primeras, en el buffet. Como todas las noches mientras cenábamos vimos el espectáculo de bailes polinesios. Esa noche las bailarinas, mientras bailaban, se iban poniendo los pareos de miles de formas diferentes, al cual de ellas mas original y vistosa. Hay que ver la cantidad de cosas que se pueden hacer con un pareo.
Después de nuestro cotidiano paseo, al acabar la cena, nos fuimos a dormir.
El amanecer de nuestro ultimo día en Moorea fue un poquillo triste porque nos tocaba despedirnos de ese trocito de paraíso del que habíamos disfrutamos esos cuatro días. Aunque se atenuaba con la esperanza de encontrar algo parecido o mejor en Bora-Bora.
Ese día el desayuno fue mucho mas relajado, tomándonos todo con mas calma, como queriendo atrasar el momento de la partida. La noche antes nos habían dejado una carta en la habitación anunciándonos a qué hora teníamos que dejar la habitación, a qué hora pasarían a recoger las maletas y cuando debíamos estar preparados para que nos recogieran para ir al aeropuerto.
Así que no nos quedaba otra que ir a preparar nuestras maletas para cuando vinieran a buscarlas.
Decidimos quedarnos en la habitación, bañándonos y tomando el sol, hasta la12, que era cuando teníamos que dejarla libre. Aprovechamos para despedirnos de los peces que habían compartido con nosotros su pequeño paraíso y que en cuanto nos veían acudían a nuestro alrededor buscando los trozos de pan que les llevábamos todos los días.
Como hasta las tres de la tarde no venían a buscarnos decidimos pasar esas tres horas que nos restaban en la piscina y que hasta ahora ni habíamos pisado.
La verdad es que teniendo esa playa tan maravillosa ni nos habíamos planteado ir a la piscina, pero hay que reconocer que era preciosa y se estaba fenomenal.Mi marido aprovecho, mientras que yo me bañaba en la piscina, para subir hasta un mirador que hay en alto a la salida del hotel para poder tomar unas fotos de los OWs
Un poco antes de las tres nos quitamos los trajes de baño y nos preparamos para ir al aeropuerto en los baños que hay al lado de recepción y nos dispusimos a esperar a que vinieran a buscarnos. Como nuestro hotel está muy cerca del aeropuerto llegamos enseguida. Y tras el check-in y los rápidos controles policiales pusimos rumbo a Bora-Bora.