viernes, octubre 07, 2011

EL PARAISO SI EXISTE ......Y ESTA EN LA POLINESIA 3ª PARTE

Tahití es la isla más grande de la Polinesia Francesa, pero sus playas no son tan espectaculares como en el resto de las islas, al no haber tanto arrecife de coral.
Al llegar al aeropuerto de Tahití nos estaba esperando un conductor que nos llevo hasta nuestro hotel, El Radisson, a pesar de que le habíamos dicho a la agente del El Corte Ingles que nos gestiono el viaje que queríamos que el hotel estuviera cerca de la capital, el hotel estaba algo retirado, como a unos 25 minutos del aeropuerto.
El hotel estaba situado al lado de la playa Lafayette de arenas negras y aguas mas oscuras que las anteriores. El hotel, a pesar de ser algo antiguo, nada tenía que ver con los anteriores. Nuestra habitación, que parecía estar reformada recientemente, estaba bastante bien.
En el mismo momento de hacer el checking le preguntamos a la chica de recepción si había posibilidad de hacer algunas excursiones. Después de interminables gestiones, conseguimos contratar una excursión para esa misma tarde por el interior de la isla, y otra para el día siguiente a mediodía que nos llevaría a dar una vuelta a toda la isla por la costa. También acordamos, aprovechando los suttles que el hotel ponía a disposición de los clientes, visitar Papete y su mercado al día siguiente por la mañana, ya que solo íbamos a estar algo mas de 24 horas en la isla teníamos que aprovecharlas al máximo.
Después de dejar nuestras cosas en nuestra habitación y de comer algo en el bar del hotel, nos preparamos para la excursión de esa tarde. El guía llego a la hora acordaba y cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que íbamos solos en el 4X4 en el que vino a recogernos. Sin duda lo mejor que tiene Tahití son los paisajes de su interior. En un principio pensamos que no íbamos a tener mucha suerte con el tiempo porque estaba bastante nublado y el guía nos dijo que era probable que en el interior estuviera lloviendo y que las nubes no nos iban a dejar disfrutar de las vistas como era deseable, pero afortunadamente no fue así y conforme nos íbamos adentrando en la isla el tiempo fue mejorando y el sol empezó a brillar con gran intensidad.

Una vez dejada atrás la autopista que va por la costa, cuando empezamos a recorrer los caminos que nos llevaban al centro de Tahití lo que primero nos llamo la atención fue el intenso verdor que nos rodeaba.
Bosques húmedos y sombríos formados por arboles tan altos que apenas dejaban pasar la luz del sol entre las ramas de sus copas bordeaban la carretera por la que ascendíamos, dejando ver, en algunos claros, las altas paredes rocosas del cráter formadas por la lava de pasadas erupciones del volcán que algún día fue la isla de Tahití, y de las que de vez en cuando veíamos caer pequeñas cataratas de aguas transparentes que en ocasiones formaban pequeños lagos en los que a pesar de la temperatura del agua, encontramos a algunos jóvenes bañándose y disfrutando de una agradable barbacoa.

Cuando nos acercamos al agua vimos que en la misma poza en la que se estaban bañando había anguilas, a las que alimentaban con las sobras de su comida.
Seguimos adentrándonos hacia el centro de la isla y el camino por el que lo hacíamos cruzaba por un rio que afortunadamente no llevaba mucha agua y pudimos cruzar sin dificultad gracias al vehículo que llevábamos.

En una de las paradas que hicimos el guía nos enseño el “Arbol sagrado”, un gigantesco árbol de copa muy tupida y de tronco oscuro y arrugado, y ante nuestra sorpresa cogió una piedra y empezó a golpearlo. El sonido que salió era hueco y profundo y el eco nos envolvió y se extendió por todo el bosque. Parece que antiguamente los habitantes de la isla se comunicaban golpeando estos árboles.
Al igual que en el interior de Morea y de Bora Bora encontramos maraes formados por piedras negras en los que aun habían pequeñas ofrendas y en los que los mosquitos se mostraban implacables con los visitantes, gracias que íbamos hasta arriba de repelente de mosquitos, absolutamente imprescindible.
Podríamos habernos adentrado mucho mas hacia el centro del cráter pero el sol cada vez estaba mas bajo y estaba empezando a oscurecer y no nos hacía mucha ilusión que se nos hiciera de noche en medio del bosque por lo que nos fuimos de vuelta al hotel. Cuando llegamos ya era de noche por lo que cenamos en la terraza del restaurante del hotel y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, nuestro ultimo día en Polinesia, tras desayunar y dejar nuestra habitación y las maletas en la consigna del hotel, nos fuimos con el autobús que el hotel ponía a disposición de los clientes a conocer Papete, la capital de Tahití.
La visita empezó en el mercado de “La Marché”, donde se venden joyas, pareos, vainas de vainilla, jabones perfumados, aceite de monoi, fruta, verdura, pescado, artesanías, y todo tipo de souvenirs, la verdad es que había leído tanto de este mercado que me decepciono bastante.
Como habíamos llegado un poco pronto y algunos puestos aun no estaban abiertos decidimos marcharnos a dar una vuelta por fuera y volver un poco mas tarde para ver si con un poco más de animación nos gustaba algo más pero no, la verdad es que no mejoro mucho.
Paseamos por la ciudad hacia el puerto, hasta el museo de la perla y llegamos hasta la catedral.No nos gusto nada, realmente es una ciudad sucia que no tiene nada interesante para ver.
De vuelta al hotel comimos algo y esperamos a que llegara el guía de nuestra siguiente excursión alrededor de la isla bordeando la costa.
Esta excursión fue un poco fracaso, después de llegar media hora mas tarde de lo previsto la primera parada fue en una gasolinera y las dos siguientes en sendos supermercados. Tanto la otra pareja, un matrimonio mayor Neozelandés, como nosotros no salíamos de nuestro asombro, pero después de tantos días de viaje y excursiones ya estábamos bastante cansados y nos acomodamos en la parte de atrás del coche y ni nos molestamos en protestar.
La siguiente parada ya fue algo más interesante, nos llevo a una gruta que creo recordar que se llamaba “Maraa” rodeada de helechos y con una laguna interior de agua helada donde, según nos conto, solía bañarse Gaugin.
De ahí nos fuimos al Museo Gauguin, que fue inaugurado en 1965 y que desde entonces lo que han quitado el polvo una sola vez. Es un verdadero desastre. A pesar de que Gauguin es uno de mis pintores favoritos la visita fue un autentico error. No hay ningún solo cuadro del pintor, tan solo algunos documentos sobre su vida y obra, cartas y fotos.
En el jardín del museo se encuentran unas esculturas de piedra de tipo humanoide denominadas ti’i o tiki.
Siguiendo hacia el norte de la isla llegamos a un curioso agujero subterráneo en la costa entre dos rocas sobre las que rompen las olas y que llaman ‘el silbato de Arahoho’, porque cada poco tiempo sale un chorro a presión haciendo un ruido tipo surtidor.
La siguiente parada fue en Punta Venus, donde además está el faro más famoso de la isla y algunos monumentos conmemorativos de los primeros europeos que desembarcaron allí. Fue allí, cerca del faro y la playa, donde Cook, en su segundo viaje, descubrió el planeta Venus.
En Punta Venus se nos hizo de noche y ya no se podía ver nada mas, por lo que nos fuimos al hotel a recoger nuestras maletas y a esperar que vinieran a buscarnos para llevarnos al aeropuerto.
Por desgracia nuestro viaje llegaba a su fin y eso hizo que nos sintiéramos algo tristes y nostálgicos.
Tahití y sus islas ofrecen todo lo que el visitante añora, sueña y desea: sol, temperatura agradable todo el año, sosiego, paz, aire refrescante por la noche, playas de arena blanca, aguas transparentes y limpias, palmeras y cocoteros, y una tupida vegetación, alguien imagina el paraíso de alguna otra forma.
Es un destino muy lejano y bastante caro pero al que no me importaría volver porque me ha encantado, aunque si volviera sin duda no haría noche en Tahití, elegiría cualquier otra isla del archipiélago antes de volver allí, creo que no merece la pena.