lunes, marzo 20, 2017

FIN DE SEMANA EN MOSCU I

Nos ha surgido la oportunidad de viajar a Moscu, y aunque solo era un fin de semana pensamos que merecía la pena, era muy poco tiempo para lo lejos que esta, 4 horas y media de avión, pero hemos visto lo fundamental y ha servido como aperitivo para un viaje próximo un poco mas largo para conocerlo con mas profundidad.
Salimos del aeropuerto de Barajas en un vuelo en Aeroflot a mediodía, era la primera vez que viajaba en esta compañía y desde luego no me ha gustado nada, el avión era nuevo pero el servicio pésimo. Entre lo que duro el vuelo, el paso por el control de pasaportes, la recogida de maletas y el caótico trafico de entrada a Moscú, cuando llegamos al hotel era prácticamente ya la hora de cenar.
El hotel, el St. Regis Moscow Nikolskaya, estaba muy bien situado, a tan solo unos minutos andando de la plaza roja y era fantástico, puro lujo quizás un poco recargado pero la habitación y el baño muy cómodos.
Para cenar teníamos reservado un crucero por el rio Moscovia en el barco Radisson Royal, por supuesto lo mejor no fue la cena, aunque no estuvo mal, lo mejor fueron las vistas del Moscú nocturno e iluminado.
El crucero duro como dos horas y media y paso por delante de los edificios mas importantes de la ciudad. Hay que reconocer que gran parte de la ciudad de Moscú esta mas bonita de noche e iluminada que de día.


Acabada la cena y a pesar de que estábamos algo cansados del viaje, decidimos ir a ver la Plaza roja iluminada para así tener la oportunidad de verla de noche y de día.
No pudimos entrar porque ahora por la noche la cierran con vallas y no dejan pasar pero como contrapartida tuvimos la suerte de que no había nadie y así la pudimos ver sin gente.
La plaza roja es una de las plazas mas espaciosas (2,3 hectáreas) antiguas y bellas de Europa. En ella se encuentra la puerta del Salvador, que da acceso al Kremlin, en el lado sudoeste, pegado a la muralla del Kremlin desde la revolución de 1917se encuentra el mausoleo de Lenin.

Por el noreste se encuentra el impresionante edificio de las galerías Gum iluminado con miles de bombillas.
En el punto mas alto de la plaza , en la bajada al rio Moscova, se encuentra la Catedral de la Intercesión o mas conocida como la Catedral de San Basilio.

 Por el lado Noroeste cierra la plaza Roja la Catedral de Kazan y el museo Histórico estatal.

Después de hacer unas fotos nos fuimos caminando para el hotel ya que hacia bastante frio y estábamos cansados y además nos esperaba una cama maravillosa.

viernes, octubre 07, 2011

EL PARAISO SI EXISTE ......Y ESTA EN LA POLINESIA 3ª PARTE

Tahití es la isla más grande de la Polinesia Francesa, pero sus playas no son tan espectaculares como en el resto de las islas, al no haber tanto arrecife de coral.
Al llegar al aeropuerto de Tahití nos estaba esperando un conductor que nos llevo hasta nuestro hotel, El Radisson, a pesar de que le habíamos dicho a la agente del El Corte Ingles que nos gestiono el viaje que queríamos que el hotel estuviera cerca de la capital, el hotel estaba algo retirado, como a unos 25 minutos del aeropuerto.
El hotel estaba situado al lado de la playa Lafayette de arenas negras y aguas mas oscuras que las anteriores. El hotel, a pesar de ser algo antiguo, nada tenía que ver con los anteriores. Nuestra habitación, que parecía estar reformada recientemente, estaba bastante bien.
En el mismo momento de hacer el checking le preguntamos a la chica de recepción si había posibilidad de hacer algunas excursiones. Después de interminables gestiones, conseguimos contratar una excursión para esa misma tarde por el interior de la isla, y otra para el día siguiente a mediodía que nos llevaría a dar una vuelta a toda la isla por la costa. También acordamos, aprovechando los suttles que el hotel ponía a disposición de los clientes, visitar Papete y su mercado al día siguiente por la mañana, ya que solo íbamos a estar algo mas de 24 horas en la isla teníamos que aprovecharlas al máximo.
Después de dejar nuestras cosas en nuestra habitación y de comer algo en el bar del hotel, nos preparamos para la excursión de esa tarde. El guía llego a la hora acordaba y cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que íbamos solos en el 4X4 en el que vino a recogernos. Sin duda lo mejor que tiene Tahití son los paisajes de su interior. En un principio pensamos que no íbamos a tener mucha suerte con el tiempo porque estaba bastante nublado y el guía nos dijo que era probable que en el interior estuviera lloviendo y que las nubes no nos iban a dejar disfrutar de las vistas como era deseable, pero afortunadamente no fue así y conforme nos íbamos adentrando en la isla el tiempo fue mejorando y el sol empezó a brillar con gran intensidad.

Una vez dejada atrás la autopista que va por la costa, cuando empezamos a recorrer los caminos que nos llevaban al centro de Tahití lo que primero nos llamo la atención fue el intenso verdor que nos rodeaba.
Bosques húmedos y sombríos formados por arboles tan altos que apenas dejaban pasar la luz del sol entre las ramas de sus copas bordeaban la carretera por la que ascendíamos, dejando ver, en algunos claros, las altas paredes rocosas del cráter formadas por la lava de pasadas erupciones del volcán que algún día fue la isla de Tahití, y de las que de vez en cuando veíamos caer pequeñas cataratas de aguas transparentes que en ocasiones formaban pequeños lagos en los que a pesar de la temperatura del agua, encontramos a algunos jóvenes bañándose y disfrutando de una agradable barbacoa.

Cuando nos acercamos al agua vimos que en la misma poza en la que se estaban bañando había anguilas, a las que alimentaban con las sobras de su comida.
Seguimos adentrándonos hacia el centro de la isla y el camino por el que lo hacíamos cruzaba por un rio que afortunadamente no llevaba mucha agua y pudimos cruzar sin dificultad gracias al vehículo que llevábamos.

En una de las paradas que hicimos el guía nos enseño el “Arbol sagrado”, un gigantesco árbol de copa muy tupida y de tronco oscuro y arrugado, y ante nuestra sorpresa cogió una piedra y empezó a golpearlo. El sonido que salió era hueco y profundo y el eco nos envolvió y se extendió por todo el bosque. Parece que antiguamente los habitantes de la isla se comunicaban golpeando estos árboles.
Al igual que en el interior de Morea y de Bora Bora encontramos maraes formados por piedras negras en los que aun habían pequeñas ofrendas y en los que los mosquitos se mostraban implacables con los visitantes, gracias que íbamos hasta arriba de repelente de mosquitos, absolutamente imprescindible.
Podríamos habernos adentrado mucho mas hacia el centro del cráter pero el sol cada vez estaba mas bajo y estaba empezando a oscurecer y no nos hacía mucha ilusión que se nos hiciera de noche en medio del bosque por lo que nos fuimos de vuelta al hotel. Cuando llegamos ya era de noche por lo que cenamos en la terraza del restaurante del hotel y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, nuestro ultimo día en Polinesia, tras desayunar y dejar nuestra habitación y las maletas en la consigna del hotel, nos fuimos con el autobús que el hotel ponía a disposición de los clientes a conocer Papete, la capital de Tahití.
La visita empezó en el mercado de “La Marché”, donde se venden joyas, pareos, vainas de vainilla, jabones perfumados, aceite de monoi, fruta, verdura, pescado, artesanías, y todo tipo de souvenirs, la verdad es que había leído tanto de este mercado que me decepciono bastante.
Como habíamos llegado un poco pronto y algunos puestos aun no estaban abiertos decidimos marcharnos a dar una vuelta por fuera y volver un poco mas tarde para ver si con un poco más de animación nos gustaba algo más pero no, la verdad es que no mejoro mucho.
Paseamos por la ciudad hacia el puerto, hasta el museo de la perla y llegamos hasta la catedral.No nos gusto nada, realmente es una ciudad sucia que no tiene nada interesante para ver.
De vuelta al hotel comimos algo y esperamos a que llegara el guía de nuestra siguiente excursión alrededor de la isla bordeando la costa.
Esta excursión fue un poco fracaso, después de llegar media hora mas tarde de lo previsto la primera parada fue en una gasolinera y las dos siguientes en sendos supermercados. Tanto la otra pareja, un matrimonio mayor Neozelandés, como nosotros no salíamos de nuestro asombro, pero después de tantos días de viaje y excursiones ya estábamos bastante cansados y nos acomodamos en la parte de atrás del coche y ni nos molestamos en protestar.
La siguiente parada ya fue algo más interesante, nos llevo a una gruta que creo recordar que se llamaba “Maraa” rodeada de helechos y con una laguna interior de agua helada donde, según nos conto, solía bañarse Gaugin.
De ahí nos fuimos al Museo Gauguin, que fue inaugurado en 1965 y que desde entonces lo que han quitado el polvo una sola vez. Es un verdadero desastre. A pesar de que Gauguin es uno de mis pintores favoritos la visita fue un autentico error. No hay ningún solo cuadro del pintor, tan solo algunos documentos sobre su vida y obra, cartas y fotos.
En el jardín del museo se encuentran unas esculturas de piedra de tipo humanoide denominadas ti’i o tiki.
Siguiendo hacia el norte de la isla llegamos a un curioso agujero subterráneo en la costa entre dos rocas sobre las que rompen las olas y que llaman ‘el silbato de Arahoho’, porque cada poco tiempo sale un chorro a presión haciendo un ruido tipo surtidor.
La siguiente parada fue en Punta Venus, donde además está el faro más famoso de la isla y algunos monumentos conmemorativos de los primeros europeos que desembarcaron allí. Fue allí, cerca del faro y la playa, donde Cook, en su segundo viaje, descubrió el planeta Venus.
En Punta Venus se nos hizo de noche y ya no se podía ver nada mas, por lo que nos fuimos al hotel a recoger nuestras maletas y a esperar que vinieran a buscarnos para llevarnos al aeropuerto.
Por desgracia nuestro viaje llegaba a su fin y eso hizo que nos sintiéramos algo tristes y nostálgicos.
Tahití y sus islas ofrecen todo lo que el visitante añora, sueña y desea: sol, temperatura agradable todo el año, sosiego, paz, aire refrescante por la noche, playas de arena blanca, aguas transparentes y limpias, palmeras y cocoteros, y una tupida vegetación, alguien imagina el paraíso de alguna otra forma.
Es un destino muy lejano y bastante caro pero al que no me importaría volver porque me ha encantado, aunque si volviera sin duda no haría noche en Tahití, elegiría cualquier otra isla del archipiélago antes de volver allí, creo que no merece la pena.

domingo, septiembre 25, 2011

EL PARAISO SI EXISTE ................Y ESTA EN LA POLINESIA 2ª PARTE

El vuelo hacia Bora-Bora duro algo menos de una hora, a pesar de que hizo una parada en Raiatea, para que subieran y bajaran viajeros. Al despegar pudimos ver desde el aire las dos maravillosas bahías de Cook y Opunohu, que habíamos tenido ya ocasión de verlas desde el interior de la isla, desde cualquiera de las perspectivas que se contemplen resultan impresionantes.Según había leído en algún foro de viajes, para tener unas vistas inmejorables de Bora-Bora desde el avión antes de aterrizar hay que sentarse al lado izquierdo, pero nos surgió una duda, al lado izquierdo mirando desde la cabina o desde cola, pues ante la duda nos sentamos al lado izquierdo mirando desde la cola, ya que en estos aviones pequeños se entra por la cola, Error, las mejores vistas estaban a la derecha. Así que para futuros viajeros ya sabéis, como los asientos en los vuelos internos NO están numerados, si queréis disfrutar de las mejores vistas aéreas de las islas al subirse al avión debéis buscar los asientos que al subir al avión están a vuestra derecha. Pese al error pudimos también contemplar algunas vistas impresionantes desde nuestro lado del avión de otras islas por las que pasamos.
Bora-Bora es un atolón, de unos 30 kilómetros de circunferencia, con fama de ser una de las islas más bonitas de la tierra. Está rodeada de una laguna de aguas turquesas y cristalinas que permiten ver con claridad todos los pececillos que en ella habitan, y de la barrera de coral que hace que estas aguas sean realmente tranquilas y que sus playas tengan una arena blanquísima y muy fina. En el centro de la laguna, con sus dos picos más altos, el Pahia de 661 metros y el Otemanu con 727 metros, se encuentra la isla principal, la más grande de Bora Bora, 9 km de largo y 4 de ancho, en ella se hallan los pueblos más importantes y la capital Vaitape, una pequeña población pesquera de casitas bajas.
Esta isla principal se encuentra rodeada de motus, pequeñas islas unidas a la barrera de coral, donde se ubican los mejores hoteles.
El aeropuerto de Bora-Bora, bullicioso y concurrido, se encuentra en el motu Mute. Al llegar nos recibe una chica ataviada con el típico pareo y los collares de flores de bienvenida. Enseguida nos acompaña hasta la lancha que nos llevaría hasta el Hotel Meridien, situado en el motu Tupe, que será nuestro hotel en Bora-Bora, en algo menos de 30 minutos, aunque antes tendremos que esperar a algunos clientes más que estaban a punto de llegar.
El hotel cuenta con 100 habitaciones, 80 de ellas son overwater situadas sobre la laguna y con vistas al monte Otemanu.
Por fin llegamos a nuestro hotel ubicado entre playas paradisiacas de aguas transparentes y arena blanca coralina bordeada de cocoteros. La laguna en esta parte de la isla es poco profunda y muy tranquila, su color varía en función de la profundidad oscureciéndose bruscamente en la zona central de la laguna. El hotel Meridien fue el primer hotel de lujo que se construyo en esta isla, al ser el primero tuvo la oportunidad de elegir la mejor ubicación, está situado probablemente en una de las zonas más bellas de la laguna.
Al llegar al puerto del hotel nos estaban esperando para llevarnos hasta recepción con un cochecito como los del golf, las distancias son tan grandes que se hace necesario.
El servicio del hotel es inmejorable, como en toda la polinesia la gente es muy amable. En recepción nos atendió una chica, encantadora que además hablaba algo de español, y que nos ofreció un coctel de zumos de frutas, unas toallitas húmedas para refrescarnos y un collar de flores de bienvenida mientras realizábamos los trámites del check-in. Al finalizar, en el mismo cochecito en el que nos habían llevado a recepción, nos acompañaron hasta nuestra habitación, tras recorrer bastantes metros de pasarelas sobre el agua llegamos a la habitación 332, que era una de las últimos OW del lado de la izquierda. Nuestras maletas llegaron a los pocos minutos en otro cochecito.
Nuestra habitación era preciosa, algo más pequeña que la de Moorea pero perfectamente decorada con maderas nobles, ventanas tipo persiana, techos de paja y telas de tonos tierra que hacían que te sintieras en un auténtico ambiente polinesio.

Los overwater tienen el suelo de cristal donde se puede ver el mar y los peces a tus pies, con una terraza con escaleras directas al océano para hacer esnorkel o bañarte sin tener que ir a la playa. Dormir en un overwater, es totalmente recomendable. Nosotros estuvimos en un OW premium y creo que no vale la pena porque son exactamente igual que los overwater normales, la única diferencia es que son los que están más lejos del hotel por lo que tienen mejores vistas y mas privacidad pero también son los que están mas lejos de las instalaciones centrales por lo que tienes que darte un buen paseíto cada vez que quieres ir a tu habitación.Después de descubrir cada rincón de nuestra habitación salimos a la terraza, donde las vistas de la laguna, que con la puesta de sol se empezaba a cubrir de tonos dorados, y del Otemanu, que se erigía ante nosotros coronado de nubes, nos dejo sin palabras.Como detalle de cortesía y también a modo de bienvenida nos habían dejado en la habitación una botella de champagne, junto a una camiseta y un bolso de tela.
Tras deshacer las maletas, asearnos y ponernos guapos nos fuimos de nuevo hacia el edificio principal en busca del comedor ya que no habíamos comido demasiado y el hambre apretaba. En este hotel también teníamos contratada la media pensión, que incluye dos botellitas de agua en la cena. El restaurante era tipo buffet, era bastante grande con una parte cubierta y otra en el jardín alrededor de la piscina. La comida era bastante variada, cada noche estaba dedicada a una parte del mundo: italiana, oriental, etc., y la calidad no estaba mal para tratarse de un buffet. También se podía comer a la carta en un restaurante anexo reservando antes.
Después de la cena nos fuimos dando un paseo hasta nuestro OW, cruzando la playa, a pesar de que había muy poca iluminación pero era un paseo muy agradable y ayudaba para bajar la cena.
A la mañana siguiente, después de desayunar, nos pasamos por el mostrador de reserva de excursiones para ver que nos ofrecían y elegir alguna excursión. Al final nos decantamos por tres, una por el interior de la isla, otra para alimentar las mantas rayas y los tiburones y la ultima para dar una vuelta completa a la isla en moto de agua.
Al salir nos dimos cuenta que al lado estaba la sala de Internet y que este era gratuito por lo que aprovechamos para hablar con nuestros hijos un ratito por el skype.
De camino hacia nuestra habitación pasamos por el lagunario de las tortugas, ya que este hotel participa en un proyecto de protección de tortugas para facilitar su reproducción. Se encuentran en la laguna interior del hotel en la que se puede nadar y hacer snorckling rodeado de gran variedad de peces tropicales y sobre todo de las impresionantes tortugas marinas, que con mucha curiosidad se acercan a los bañistas hasta el punto de poder tocarlas.
Por lo que ese día, como las excursiones las habíamos contratado para los días siguientes, decidimos quedarnos en la playa del hotel y nadar junto a las tortugas y los peces de la laguna interior.
Todos los días, a las 10.30 de la mañana, una de las cuidadoras les da de comer y va explicando todo lo relacionado con estos animalitos: su forma de vida, su alimentación, etc., el único pero es que toda la explicación era en francés e ingles.
El resto del día lo pasamos plácidamente bañándonos y tomando el sol en la playa de la laguna interior del hotel, es una maravilla bañarte junto a las tortugas que en todo momento se muestran amigables y confiadas y aunque está prohibido tocarlas no pude resistir la tentación de rozarlas en algún momento.Al anochecer, cuando los últimos rayos de sol teñían las nubes de tonos anaranjados, cansados tras un intenso día de playa decidimos volver a la habitación para prepararnos para la cena.
Como cada noche, en el paseo de regreso a nuestra habitación, nos sorprendía ver el cielo plagado de miles de estrellas que hasta entonces ni imaginábamos que pudiesen existir.
A la mañana siguiente, al igual que todas las mañanas nos despertábamos con los primeros rayos del sol. Aunque en Bora-Bora, debido a la orientación oeste de nuestra habitación, no podíamos ver la salida del sol eso no nos desanimaba a salir a la terraza y ver como la luz del sol inundaba cada rincón de nuestro paraíso particular.
Nos esperaba un día muy completo ya que teníamos programadas dos excursiones, por la mañana dar una vuelta a la isla por el interior y a mediodía también dar la vuelta completa pero en moto acuática por la laguna. Por lo que teníamos que recargar nuestras energías con un buen desayuno, al llegar al restaurante nos sorprendió muy agradablemente cuando nos ofrecieron estos sillones tan idílicos mirando al mar, cualquier desayuno en esas circunstancias os aseguro que es inigualable.
Tras el desayuno nos dirigimos al embarcadero para coger la lancha que nos llevaría hasta la isla principal donde nos esperaba nuestra guía y nuestros compañeros de excursión. Debido a lo escarpado del terreno y de las pendientes de los caminos la única forma de adentrarse en la isla es con un 4x4, nuestra primera parada fue en un mirador cerca de la costa presidido por un impresionante peñasco desde donde divisábamos impresionantes playas de arena blanca, numerosos motus diseminados por las aguas cristalinas de la laguna y al fondo las islas vecinas de Raiatea, Tahaa y Maupiti.A nuestras espaldas se erigía, rozando el cielo y coronado de nubes, el Monte Otemanu, mostrándonos el lado opuesto al que veíamos desde nuestro hotelRetomamos nuestra excursión siguiendo la carretera que bordeaba la isla y que transcurre bordeando las playas. En un recodo de la carretera paramos para ver un secadero de coco. Algunas familias tienen al lado de su casa estos secaderos de coco, que venden para producir aceite tanto de consumo alimenticio como de uso cosmético, y con ello obtienen algo mas de dinero para ayudar a la economía familiar. Mientras nos explicaban cual es el proceso no podíamos dejar de mirar al suelo para intentar no pisar el gran numero de cangrejos que habitaban en agujeros en el suelo.Un poco más allá hicimos otra parada en un puesto callejero en el que nos ofrecieron para degustar piñas, cocos, plátanos y pomelos, yo al principio me resistí a probar estos últimos porque nunca me habían gustado los pomelos pero ante la insistencia de nuestra guía los probé y me encantaron, no se parecen en nada a los que tenemos aquí.Sobre la colina, subiendo por una pendiente increíble, llegamos a un lugar donde encontramos antiguas piezas de artillería del ejército norteamericano completamente oxidadas que, desde la segunda guerra mundial, apuntaban hacia el mar, mostrándonos nuevamente las diferentes y maravillosas tonalidades de la bahía.
Seguimos nuestra ruta por la costa occidental, que hasta llegar a Vaitape es la más habitada y animada de la isla, y en la que se concentran la mayoría de los hoteles y numerosas actividades deportivas y de ocio. La siguiente parada fue en una casa donde vendían pareos hechos a mano, que hacían ellos mismos siguiendo un método tradicional que hace que cada pareo sea único y diferente.Nos mostraron como los hacían e incluso nos dejaron colaborar en su ejecución. Además eran mucho mas baratos que los que habíamos visto hasta entonces por lo que compre algunos y fueron muy amables regalándonos unas conchas y un bolso hecho con hojas de palmera.La excursión continuo adentrándonos hacia el interior de la isla por caminos empedrados y de una pendiente bastante considerable, imposibles de recorrer en vehículos que no sean 4x4, hasta llegar a miradores desde donde veíamos unas vistas increíbles de la laguna. Poco después nuestra excursión terminaba en el mismo embarcadero al que habíamos llegado unas horas antes. Tras esperar unos minutos cogíamos la lancha que nos llevaba de vuelta a nuestro hotel.
Al llegar nos dirigimos hasta nuestra habitación para cambiarnos de ropa y prepararnos para nuestra siguiente excursión del día, esta vez en moto acuática.
En la playa del hotel nos esperaba ya Nicolás, un argentino encantador que iba a ser nuestro guía. En total éramos tres parejas y el guía, que nos fue guiando alrededor de la isla central dándole una vuelta completa y parando en algunos lugares para apreciar mejor las maravillosas vistas tanto de la isla como de los motus y explicando todo aquello que íbamos viendo: el primer hotel que se construyo en la isla que disponía de ovwewaters, pero que tristemente estaba cerrado ya que no había podido soportar la competencia de otros hoteles.
De nuevo el Monte Otemanu escondiéndose tras unas nubes.A la mitad mas o menos del recorrido llegamos a una zona en la que hacíamos pie y donde el agua parecía aun mas transparente que en ningún otro sitio y la arena mas blanca y mas fina de las que habíamos visto hasta ahora. Mientras que nos dábamos un baño Nicolás nos preparo un tentempié a base de piña, plátanos y coco que nos supo a gloria y nos ayudo a recuperar fuerzas. Mientras que disfrutábamos de el unas nubes negras se nos acercaban amenazando con descargar una buena tormenta. Tanto es así que Nicolas dijo que era mucho mejor que esperásemos allí donde estábamos a que pasara y que luego continuaríamos el viaje. Y así hicimos, después de caer una buena lluvia de la que nos protegíamos dentro del agua, reemprendimos nuestra vuelta al hotel.Después de un día tan intenso, con dos excursiones, estábamos un poco cansados y nos fuimos a descansar a nuestra habitación hasta la hora de cenar y al acabar nos fuimos prontito a la cama.
Al día siguiente nos esperaba otra excursión maravillosa, quizás la que mas, y sin duda desde luego fue la mas excitante ya que no siempre una se baña con tiburones en mar abierto. A pesar de que sabía perfectamente que estos tiburones no atacan a humanos cuando lo ves allí nadando cerca de ti en esas aguas tan profundas te sientes absolutamente indefensa y el miedo no se puede reprimir. Pero bueno, no adelantemos acontecimientos.
Como todos los días nos levantamos prontito y después de desayunar esperábamos ansiosos que empezara la excursión. A la hora indicada nos fuimos hacia el embarcadero y vimos que ya había llegado la lancha en la que íbamos a salir al mar y que nos estaba esperando y a algunos clientes mas del hotel, entre ellos otra pareja española que hasta ese momento no habíamos conocido.
En cuanto estuvimos todos nuestro guía se presento y enseguida zarpamos rumbo a la aventura. El guía era un tipo muy peculiar, a pasar de qué hablaba ingles y yo le entendía a medias nos reímos un montón con él, era nativo de la isla, iba vestido con taparrabos, con el que incluso se bañaba en el mar, y nos amenizo toda la excursión tocando el ukelele y cantando canciones.
Al primer lugar al que nos dirigimos estaba fuera de la laguna, ósea al otro lado de la barrera de coral, y eso ya imponía un poquito. Resultó excitante atravesar la barrera de coral, dejar atrás las transparentes y apacibles aguas color turquesa de la laguna y encontrarnos en el océano mucho más oscuro, emocionante e impredecible. Al llegar al sitio elegido por el guía, y en el que ya habían otros barcos, anclo la barca y tras prepararse poniéndose, según el repelente de tiburones, luego descubrimos que era protector solar, y recolocarse el taparrabos para no perderlo en el agua, comenzó a tirar al mar pescado para atraer a los tiburones que no se hicieron esperar. Los más valientes, junto con el guía se lanzaron al agua enseguida, y entre ellos mi marido.

Al poco solo quedamos en la barca otras dos chicas y yo. Una de ellas intento bañarse y desistió, la otra tenía muy claro desde antes de llegar que no se iba a meter al agua y Yo no acababa de decidirme, tenía ganas de bañarme con los tiburones pero el miedo no me dejaba. Al final me arme de valor, pensé que si no lo hacía no tendría otra oportunidad y que luego me iba a arrepentir si no me lanzaba.
Al principio me quede pegadita a la escalera de la lancha por si había que subir deprisa, pero en cuanto mi marido me vio en el agua empezó a tirar de mi para llevarme mas cerca de donde estaban los tiburones. Es impresionante verlos tan de cerca, aunque ellos siempre se muestran distantes y te ignoran por completo. Fue muy emocionante. Pero a pesar de la emoción fui de las primaras en volver a la lancha.
Cuando hubieron subido todos nos dirigimos hacia nuestra siguiente parada. En esta ocasión íbamos a ver mantas raya y el lugar elegido era ya dentro de la laguna, arropados por la barrera de coral, por lo que había menos profundidad, de hecho hacíamos pie. Esta vez la primera que se lanzo al agua fui yo. Era la segunda vez que estaba con ellas y además tocábamos pie, así que todo controlado.Acudieron pronto, en cuanto vieron que nos lanzamos al agua, en busca de algo de comida. Mientras el guía las alimentaba nosotros aprovechábamos para tocarlas y nadar entre ellas. Son muy suaves al tacto y algo resbalosas, pero no son nada peligrosas. Después de pasar un rato muy agradable con ellas, poco a poco fuimos subiendo a la lancha. Cuando ya solo quedaban algunos en el agua , entre ellos mi marido, empezaron a acercarse a ellos algunos tiburones que no habíamos visto llegar. Tras la sorpresa todo se desarrollo con normalidad y disfrutaron mucho de su presencia.La siguiente etapa de la jornada tuvo lugar en lo que llaman “Jardín de coral” en la que había miles de peces, tantos que al meterte al agua acababas mareada de verlos pasar constantemente por delante de tus gafas de bucear. El guía nos dio trozos grandes de pan para que les diéramos de comer y era tal el ansia de los peces que acababan dándonos pequeños mordisquitos en los dedos en su afán de conseguir su comida, la verdad es que me lo pase genial. En un momento dado el guía llamo nuestra atención para que acudiéramos donde el estaba. Había encontrado donde se escondía una morena y le iba a dar algo de comer para que saliera de su escondrijo y así todos pudiéramos verla, fue muy arriesgado para él porque incluso llego a acariciar su lomo.Uno vez de vuelta a la lancha nos movimos hacia otras lanchas que estaban en la zona y que los guias debían de ser de la misma agencia que el nuestro y nos dieron coco, pomelo y pan de plátano, y mientras comíamos empezaron a cantar ya tocar el ukelele miestras nos hacían una demostración de diferentes formas de cómo ponerse el pareo.....fue genial. La última parada de la excursión fue en un lugar en el que había muy poca profundidad y la arena era tan fina que el guía nos recomendó que nos frotáramos con ella la piel y tendríamos un peeling natural inigualable.
Cuando acabo la excursión de vuelta a nuestro hotel cogimos una típica canoa polinesia, de las que ofrecían en el hotel gratuitamente, y dimos una vuelta por la laguna sin alejarnos demasiado del hotel.
Esa tarde iba a ser la última que pasábamos en Bora Bora y no queríamos irnos sin volver a disfrutar un ratito de su maravillosa playa, mientras disfrutábamos de los últimos rayos del sol pudimos ser testigos en primera línea de una boda de unos canadienses a los que acompañaban sus 5 hijos, dos del y tres de ella, la verdad es que fue una boda preciosa y muy emotiva hasta para los que nos lo conocíamos de nada.
La cena fue un poco mas triste que otros días, con un sabor a despedida del que hasta se contagio el cielo que nos dijo adiós con una copiosa lluvia y que no nos dejo salir del restaurante una vez acabados de cenar.
A la mañana siguiente recoger todas nuestras cosas, hacer las maletas, el último desayuno y espera a que vinieran a buscarnos para volar hacia Tahiti.